Ballerina, el nuevo capítulo del universo de John Wick, se revela como una exploración más íntima y delicada de las dinámicas del submundo criminal que hemos conocido durante la saga.
Aunque inevitablemente será comparada con las entregas principales protagonizadas por Keanu Reeves, esta cinta dirigida por Len Wiseman y protagonizada por Ana de Armas aspira a otra clase de relato: más personal, menos épico. Ballerina no pretende ser la continuación directa de las aventuras de John Wick, sino un spin-off que respeta el ADN de la franquicia —coreografías de combate exquisitas, atmósfera noir y un universo regido por códigos implacables— sin dejarse atrapar por la tentación de replicar la escala o la cadencia de sus predecesoras.
De Armas se luce en las coreografías de peleas
La película encuentra su fuerza en las coreografías de acción, como era de esperar en este mundo donde la violencia se articula casi como un lenguaje de ballet: fluido, preciso y sorprendente. Las secuencias de combate, repletas de energía y resueltas con elegancia, demuestran que la película no ha escatimado en la meticulosa preparación física y la fotografía coreográfica que ya es un sello de la saga. El virtuosismo físico en pantalla se ha convertido en un vehículo de identidad narrativa en estas películas, y Ballerina lo abraza sin reservas.
Sin embargo, la película se atreve a frenar el ritmo en varios pasajes, algo que podría desconcertar a quienes esperan un festín continuo de enfrentamientos y adrenalina. El guion se toma pausas para desarrollar la psicología de Eve, la protagonista, un personaje que oscila entre el deseo de venganza y una búsqueda casi existencial de sentido. Estos momentos introspectivos, aunque valiosos, generan ciertos problemas de ritmo que no siempre encuentran una resolución fluida, recordando los desafíos que implica construir un spin-off que, no puede depender exclusivamente de la fórmula infalible de sus antecesoras.

Tiene alguna que otra fisura narrativa
El filme también deja entrever fisuras narrativas que podrían interpretarse como vacíos de coherencia interna. Uno de los más señalados es la enigmática motivación de John Wick durante el filme, una cuestión que no se aclara satisfactoriamente y que se perfila como un punto de tensión para el futuro de la franquicia. Este tipo de omisiones —que podrían explicarse por la difícil gestación del proyecto, sometido a regrabaciones y a un prolongado periodo de producción— ilustran las limitaciones de un universo expandido que, por momentos, parece estirarse más allá de sus costuras argumentales. Estas inconsistencias pueden convertirse en oportunidades para que el fandom participe activamente en la construcción de significado… pero también pueden erosionar la coherencia de la franquicia.
Ballerina no necesita ser la versión femenina de John Wick
A pesar de estas fracturas, Ballerina logra consolidar una identidad propia gracias al carisma magnético de de Armas. Su interpretación de Eve combina fragilidad y fiereza con una fisicalidad que nunca se siente forzada. La actriz se entrega a la disciplina del combate con una convicción que enriquece el personaje, recordando que el cine de acción contemporáneo ha evolucionado hacia un terreno donde las heroínas tienen licencia para habitar la violencia sin perder su dimensión emocional.
De hecho, esta película es un buen ejemplo de cómo las protagonistas femeninas no necesitan ser copias masculinas para reclamar un lugar de poder en pantalla. Mencionando al bueno de Baba Yaga, la buena noticia es que la presencia de John Wick es más que un cameo, tal y como adelanta el tráiler, lo que dejará bastante satisfechos a los fans de la saga.

La película, sin embargo, no consigue que todos sus personajes secundarios brillen con la misma intensidad. Norman Reedus, por ejemplo, tiene un rol funcional pero de escasa profundidad dramática, y algunos giros de guion relacionados con la familia de Eve se sienten forzados y faltos de desarrollo. La muerte de ciertos personajes secundarios, planteada para generar un impacto emocional, carece de la resonancia necesaria porque la película no se detiene el tiempo suficiente para que el espectador establezca un vínculo auténtico con ellos. Esta limitación dramática contrasta con la sofisticación visual de la película, que despliega un trabajo de iluminación y diseño de producción digno de mención.
La banda sonora, compuesta por Marco Beltrami —reconocido por su trabajo en filmes de acción como Logan (2017) y Scream (1996)—, constituye uno de los pilares más notables de esta nueva entrega. Beltrami orquesta una partitura que transita entre la tensión orquestal y los matices electrónicos, creando un colchón sonoro que acompaña con precisión quirúrgica las coreografías de combate. Su música se funde con el ADN de la franquicia sin renunciar a sus propios matices, y a ello se suma la selección de canciones que completan la paleta emocional de la película.
Por último, cabe mencionar la emotiva aparición de Lance Reddick, cuyo legado en la franquicia queda inmortalizado aquí con una última interpretación llena de nobleza. Su presencia aporta un eco de continuidad y respeto hacia la saga madre, y su participación funciona como un recordatorio de la profunda conexión que los actores secundarios pueden establecer con un universo compartido, incluso cuando el protagonismo recae en otros.
En definitiva, <i>Ballerina se mueve en un terreno ambicioso: el de forjar su propio mito sin traicionar las expectativas de un público entregado a la saga de John Wick. Aunque sus vacíos narrativos y ciertos problemas de ritmo puedan frenar su impulso, la película ofrece un espectáculo digno y a ratos fascinante, con secuencias de combate tan hermosas como letales y con una heroína que se adueña de cada fotograma. El resultado final no alcanza el virtuosismo de la saga principal, pero sí nos deja con la convicción de que el universo de Wick tiene aún muchas danzas mortales por ofrecernos.