El reciente hallazgo de un pez remo gigante (Regalecus glesne) en la costa oeste de Tasmania ha captado la atención tanto de científicos como de la comunidad local. Este ejemplar, conocido por su impresionante longitud que puede superar los ocho metros, fue descubierto por Sybil Robertson durante un paseo por Ocean Beach, cerca de Strahan.
La presencia de aves marinas inspeccionando el área llamó su atención, y al acercarse, se encontró con el inusual pez varado en la arena. Robertson compartió su hallazgo en las redes sociales del grupo Citizen Scientists of Tasmania, lo que permitió a expertos identificar la especie como un pez remo, una criatura rara vez vista en la superficie debido a su hábitat en aguas profundas, tal y como recoge The Guardian.
El pez del fin del mundo
El pez remo, también conocido como "rey de los arenques" o "El pez del fin del mundo", habita en profundidades que oscilan entre los 150 y 500 metros. Neville Barrett, biólogo marino y profesor asociado en el Instituto de Estudios Marinos y Antárticos de la Universidad de Tasmania, explicó que estos peces pueden pesar más de 400 kilogramos, aunque poseen poca musculatura. Se alimentan principalmente de plancton y suelen flotar verticalmente en el agua. Barrett señaló que es común que, cuando están enfermos, naden cerca de la superficie por razones aún desconocidas, lo que podría explicar su aparición en la playa.
En algunas culturas asiáticas, especialmente en Japón, el pez remo es considerado un presagio de desastres naturales como terremotos y tsunamis. Esta creencia se basa en la idea de que estos peces, al vivir en aguas profundas, emergen a la superficie antes de eventos sísmicos. Sin embargo, no existe evidencia científica que respalde esta asociación. Los expertos coinciden en que tales apariciones son más probablemente el resultado de enfermedades o desorientación, en lugar de señales premonitorias.
El avistamiento de este pez remo en Tasmania es un recordatorio de la vastedad y misterio que aún envuelve a las profundidades oceánicas. Estos eventos ofrecen oportunidades únicas para estudiar especies poco conocidas y comprender mejor los ecosistemas marinos. Además, resaltan la importancia de la participación ciudadana en la ciencia, ya que observaciones como la de Robertson pueden contribuir significativamente al conocimiento científico.
