En el cada vez más grande y reverenciado panteón de adaptaciones de la Tierra Media y El Señor de los Anillos, la versión animada de Ralph Bakshi de 1978 ha sido, a menudo, una obra denostada, malinterpretada y relegada al olvido en favor de la monumental trilogía de Peter Jackson. Sin embargo, bajo su superficie desigual y su condición de proyecto inconcluso, se esconde una de las aproximaciones más audaces y visionarias a la mitología de J.R.R. Tolkien, una que merece ser reivindicada como pieza clave en la historia del cine de animación y la fantasía cinematográfica.
El Señor de los Anillos de Ralph Bakshi: la joya animada incomprendida que merece ser reivindicada
Para entender la importancia de la película de Bakshi, es imprescindible contextualizar su creación en un momento en que la animación occidental estaba en crisis, anclada en los moldes familiares de Disney y privada de la ambición narrativa que sí exhibía la incipiente animación japonesa. Bakshi, un director que ya había transgredido las normas del medio con obras provocadoras como Fritz the Cat (1972) y Heavy Traffic (1973), concibió su El Señor de los Anillos como un intento de elevar la animación a un plano más adulto y profundo, con una estética oscura y un tratamiento maduro que escapaba de la infantilización a la que el género solía ser relegado.

Para ello, recurrió a la técnica del rotoscopio, un proceso en el que se filmaban actores en acción real para luego ser animados sobre la imagen, confiriendo a la película una fluidez de movimientos y un realismo poco habitual en la animación de la época. Este recurso, que había sido empleado en el clásico Los viajes de Gulliver (1939) y que posteriormente inspiraría a producciones como Waking Life (2001), fue utilizado aquí con un afán casi expresionista, en ocasiones evocador y en otras perturbador, pero siempre comprometido con la creación de una Tierra Media visualmente tangible y onírica.

Es cierto que, a día de hoy, puede parecer un tanto extraña -e incluso anticuada- pero la producción era realmente vanguardista, diferente y muy arriesgada, con planos que, a posteriori, serían reinterpretados en la versión de Jackson por su riqueza visual e impacto.
Una adaptación fiel en espíritu pero un legado incomprendido
Uno de los argumentos más recurrentes en contra de la película es su supuesto alejamiento del texto original. No obstante, un análisis detallado revela que la interpretación de Bakshi es, en muchos aspectos, más fiel al tono y contenido de Tolkien que adaptaciones posteriores. Su El Señor de los Anillos se aproxima al material con un respeto palpable, manteniendo gran parte del diálogo y la estructura narrativa intactos.

La historia cubre La Comunidad del Anillo y gran parte de Las Dos Torres, terminando abruptamente tras la batalla del Abismo de Helm debido a la imposibilidad de realizar una secuela y a los altos costes del presupuesto. Aun así, el film logra capturar la esencia primordial de la epopeya del escritor británico, transmitiendo la sensación de viaje, el peso de la carga que soporta Frodo y la creciente oscuridad que envuelve la Tierra Media.

El diseño de personajes y escenarios, aunque desigual en algunos aspectos -los cuernos de Boromir siguen causando sensación-, presenta una visión de la obra mucho más cercana a las descripciones literarias que muchas ilustraciones contemporáneas. Aragorn, por ejemplo, se aleja del héroe con dudas de la versión de Jackson para asemejarse al montaraz errante con un destino claro al que debe acudir y aceptar, mucho más fiel al hombre que Tolkien describió, mientras que la Comarca y Rivendel exudan una atemporalidad medieval genuina, reforzada por el uso de colores terrosos y paisajes que evocan las ilustraciones clásicas de artistas como Pauline Baynes.
Quizá el mayor infortunio de la obra de Bakshi es su condición de film inacabado. La falta de continuidad dejó al público con una historia sin desenlace, lo que sin duda contribuyó a la percepción de la película como una empresa fallida. La planificada segunda parte nunca se materializó, y el testigo lo recogió Rankin/Bass en 1980 con su adaptación televisiva de El Retorno del Rey, cuyo estilo difiere enormemente del de Bakshi, acercándose a la versión de El Hobbit -un clásico de animación que bien merece su propio artículo- generando una disonancia narrativa y estética.

El impacto de la película no debe subestimarse. A nivel visual, y como ya hemos señalado, su influencia se extiende hasta la trilogía de Peter Jackson, que tomó prestadas numerosas decisiones estéticas y narrativas de la versión animada. La iconografía de los Nazgûl, la representación del anillo y la tensión en la escena de Moria encuentran ecos claros en la versión de Jackson, lo que demuestra que, a pesar de su recepción desigual, la película de Bakshi dejó una huella indeleble en la imaginación colectiva de los seguidores de Tolkien.

A pesar de sus defectos y sus limitaciones técnicas, El Señor de los Anillos de Ralph Bakshi es una película valiente, experimental y visionaria que merece ser reconsiderada como un capítulo fundamental en la historia de las adaptaciones de Tolkien. Su audaz enfoque visual, su fidelidad al espíritu de la obra original y su voluntad de llevar la animación más allá de sus límites tradicionales la convierten en una obra de culto que, lejos de ser un fracaso, sigue siendo una fascinante interpretación de una de las historias más grandes jamás contadas.